“Una bruja peculiar”, publicado en Antología Infantil El cofre de los cuentos, Ed.Rubin (Noviembre 2024)


 


Una bruja peculiar

 Adelaida no era una bruja mala porque siempre quiso ser un hada. Nació en el hogar equivocado, rodeada de pócimas, conjuros y sapos. Su madre Doña Malvada era la zote de todas las enamoradas, porque las volvía feas, torpes y desgarbadas. A ella eso del amor, le daba resquemor, ya que concibió a Adelaida en condiciones desafortunadas, y desde entonces aborrecía los amoríos, le daban arcadas los grandes amores, y ni los simples devaneos escapaban a sus malas intenciones. 

Malvada, como es natural, quería llevar al fruto de sus entrañas por el camino del mal, y la pobre Adelaida estaba desesperada, ella sólo quería ser hada para llevar al mundo felicidad, y con unas alitas transparentes poder los cielos surcar. De Malvada tenía que escapar porque como era buena, a ella no se quería enfrentar. 

Cada noche Adelaida pensaba y pensaba mientras por el día fingía aprender las artes de su malvada madre Malvada, y en verdad, aprender sí que aprendía, porque era muy lista y no podía evitar que su cerebro absorviera toda la sabiduría que le pudiera llegar. Pero como era talentosa, acabó concibiendo un plan,  y así cada vez que su madre hacía algo malo, ella fingía que lo secundaba, pero cuando Malvada se marchaba, con un toque de varita ,como es propio de las hadas, Adelaida todo lo arreglaba. Y así, madre e hija felices eran, cada una a su manera. 

Hasta que como en todo engaño, llega un día en que el estafado, se da cuenta de que pasa algo raro. Doña Malvada se enteró porque se volvió a encontrar con una enamorada a la que hechizó con especial saña, ya que le recordaba a ella en su juventud, cuando fue seducida, engañada y vilipendiada por el padre de Adelaida. Viéndola nuevamente hermosa y felizmente casada, le entraron prontas sospechas sobre su pequeña Adelaida porque si algo sabía seguro Doña Malvada, era que sus hechizos nunca fallaban. Así que volvió sobre sus pasos de la última temporada, y descubrió con horror que todas aquellas cándidas muchachas seguían enamoradas, dichosas, y si podía ser posible, ¡aún más hermosas! Muchas de ellas casadas, embarazadas, y felices hasta la arcada. 

¡Qué vomitona, qué diarrea, qué malestar! La pobre Doña Malvada sentía el cuerpo fatal con tanta felicidad. Descansó y se repuso, y en cuanto lista estuvo, sacó su varita, dispuesta a enfrentar a su hija. 

- ¡Maldita malandrina! ¿Cómo has osado regalar tanta felicidad? Eres una desgracia para nuestro clan - gritó lanzando un rayo tremendo que casi dejó calva a Adelaida. 

- ¡Yo no quiero pertenecer a vuestro clan! Ni ser bruja siquiera. Quiero ser hada con bellas alas volar y repartir felicidad. Los sortilegios, pócimas y sapos, me dan lumbago. 

- Eres una infeliz, como acabarán siéndolo todas ellas. Lo hago por su bien, ¿es que no lo ves? Sus maridos las dejarán, cuando se queden embarazadas y empiecen a engordar, entonces se irán a la taberna, se emborracharán y las olvidarán. Los maridos no quieren mujeres gordas ni niños gritones. Es lo que me pasó a mí y es lo que le sucede a todas - dijo estallando en un sollozo iracundo y lanzando terribles destellos por los ojos. 

Entonces Adelaida usó un hechizo escudo que hizo que la varita de Malvada saltara en mil pedazos, y la dejó inmovilizada, con la boca abierta y de culo sentada. 

- Bueno, basta ya mamá. ¡Ahora me vas a escuchar! Esos eran otros tiempos y tú tuviste mala suerte, pero ellos merecen tener su oportunidad. Si se equivocan, que se equivoquen, pero tú tienes que parar. Además he encontrado a papi y está muy arrepentido. Ahora está mayor y solo, nos echa de menos. Quería haberte visitado hace años, pero dice que le dabas mucho miedo, cosa que entiendo. También me dijo que antes te llamabas "Candidez". ¿No prefieres recuperar tu nombre original, hacer el bien y olvidar todo mal? ¡Hasta podríamos ser una familia más o menos normal! Te dejo que lo pienses un rato y luego te devuelvo la movilidad. Quiero que se te pase el cabreo, que ya está bien de tanto luchar. 

Y así Adelaida se metió en casa a tomar el té. Lo hizo con calma, masticando concienzuda cada trozo de pastel y bebiendo con  parsimonia de su taza de té. Quería darle tiempo para que pudiera reflexionar. Después salió de nuevo al jardín y con un " Chimirín- chimirán" , hizo unos pases mágicos y descongeló a su mamá. 

- Ahora ya puedes hablar, estoy dispuesta a escuchar. 

Pero Malvada no dijo nada. La pobre Adelaida estaba alucinada ¿Callarse su madre? Jamás en la vida había visto cosa igual. 

- Mamá ¿qué te pasa? Dime algo, anda. 

- ¿Y aún me quiere? - preguntó Malvada. 

- Eh... ¿Quién? - Adelaida no entendía nada de nada. 

- Tu padre, ¿aún me quiere? 

- Eh... Sí claro - Adelaida no tenía ni idea, pero él sí decía que la echaba de menos,  así que podía suponer que amor era. 

- ¡Ay qué alegría, qué descanso! Pues sí, sí quiero - contestó Malvada dando palmas - Seré buena, volveré a ser Cándida, no seré más Malvada, porque es muy cansado ser mala. 

- Bueno, menos mal que en razón volviste a entrar - dijo Adelaida abrazándola. 

Y así Malvada, ahora Cándida; Adelaida y su reencontrado papá, vivieron juntos muy felices, repartiendo mucho bien y ningún mal. Y por supuesto, aunque no menos importante, Adelaida hizo su sueño realidad, de tener unas alitas transparentes con las que el cielo surcar, día y noche, noche y día, para llevar felicidad a todos los enamorados de aquel lugar.


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