“La magia existe… A veces”. Libro rituales: Tercera convocatoria de cartas y postales” (Argentina). Octubre 2025

    



    - “¡Por San Juan a tu amor verás! - solía recitar mi abuela cada vez que se acercaba la noche del 23 de Junio.

          Ella nos contaba los rituales que podías hacer esa noche para encontrar al amor de tu vida. Aquellas historias formaron parte de los cuentos de hadas de mi infancia, pero cuando llegué a la adolescencia y me empezó a interesar el amor romántico, aquellas ceremonias adquirieron una gran importancia.

Aquel San Juan de mis 16 realicé el rito más sencillo de todos, coloqué una palangana con agua debajo de mi cama a la altura de la almohada, y le añadí ramitas de romero, con la intención de soñar con el hombre de mi vida. Fue una noche agitada en la que soñé con un hombre que tenía múltiples rostros, no pudiendo recordar ninguno de ellos con nitidez por la mañana. ¿Cuál era el significado del sueño? ¿Conocería a muchos chicos antes de encontrar al verdadero o sería uno sólo pero con muchos recovecos? Por la mañana llené la bañera, y le añadí el agua aromatizada de la palangana, como me había explicado la abuela. Después me sumergí, era una especie de bautismo purificador para que las almas gemelas se encontraran. Efectivamente aquel año conocí a muchos chicos pero ninguno alborotó mis sentidos.


       Al año siguiente probé otro ritual distinto. Pelé una manzana con la piel entera, y arrojé ésta por encima de mi hombro izquierdo sin mirar, mientras recitaba: "San Juan, San Juan con esta peladura la letra de mi amor dibujarás". Efectivamente la letra G apareció claramente formada con la peladura de la manzana sin intervención alguna. Aquel año no conocí a nadie cuyo nombre empezara por esa letra, pero aún así no perdí la fe.

En el tercer año, ya con 18, decidí probar con el rito más atrevido. En verdad me daba un poco de miedo, pero ya era mayor de edad, toda una adulta ante la sociedad, así que no podía ser tan asustadiza. La abuela nos había contado historias aterradoras sobre esta última práctica, quizá solo había sido para entretenernos, porque como es sabido por todos, a los niños les encantan las historias de miedo, pero habían surtido su efecto. A las 23:55 h respiré hondo, apagué todas las luces de la casa de mi abuela, me situé ante el espejo de bronce de la entrada, me persigné, invoqué al espíritu protector

de ella, y al sonar las 12 campanadas, encendí dos cirios que sujeté con cada una de las manos a la altura de mi cara.     

       Entonces le vi, en el espejo apareció la cara de un chico perfectamente definida: pelo negro ensortijado, ojos claros, nariz romana y una enorme sonrisa. Conseguí no gritar y girarme, detrás de mi no había nadie, y cuando volví a mirar el reflejo en el espejo, la imagen también había desaparecido.

Pasaron ocho años, estudié periodismo, aprendí varios idiomas y conseguí mi primer trabajo en París. Cuando llegué al aeropuerto y le vi esperándome con un cartel con mi nombre, no me lo podía creer. ¡Era él!

       -  Bon jour, me llamo Gabriel.



Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares