En recuerdo del que fue un buen amigo de mi hermano David Reaney (por quien fue y por quien pudo ser)

 Querido David

      

    Las ruedas se deslizan por el asfalto como una gota de cerveza por el borde de una jarra de cristal en verano. El mundo es suave, sencillo y lleno de color. Todos son amables, sonríen y le demuestran amor. Ha sido una noche mágica, rodeado de personas hermosas por dentro y por fuera. Bellos y bellas bailando, besando, amando, disfrutando.

     Ahora regresa a casa y el mundo sigue siendo perfecto. Nada le amenaza, nadie le insulta, nada le afecta. Todo fluye en perfecta armonía, sólo tiene que dejarse llevar, las ruedas le regresarán a casa.

     Y entonces apareció ante él, allí en medio de la carretera, paralizado frente a los faros, inmóvil, incapaz de protegerse. Un ciervo, una cría más bien. Y estalla el recuerdo, cuando tenía cinco años y era un niño dulce de ojos azules que veía aquella película por primera vez, la historia de aquel cervatillo que pierde a su madre. Y junto a él su padre, cuando aún se comportaba como tal, cuando aún sonreía y le abrazaba, y le llamaba "mi niño querido". Cuando aún no era un borracho y un drogadicto, y también una eminencia, ¡el eminente catedrático adicto a todo!, como él lo era ahora. Emulando sus errores, odiándose cada segundo por ser como él, pero incapaz de encontrar un buen motivo para dejar de serlo.

Su coche,  su perfecto y magnífico coche viró prácticamente solo hacia la izquierda, decidiendo así no matar al inocente cervatillo. A cambio tuvo que cobrarse otra vida, la suya.