Los estropeados (Ganador XXXIII Certamen Regional de Cuentos Infantiles Asociación Cultural Viejo Castillo(Agosto 20)

                   Los estropeados

Ayer la profe no vino. En su lugar mandaron a la señorita que da clase a los niños que no aprenden o tienen alguna enfermedad, como Mateo, que tiene síndrome de Down y aún no sabe leer bien.

- Buenos días chicos. Me llamo Eugenia y hoy voy a ser vuestra profesora porque la señorita Matilde está enferma. Ya me conocéis de cuando he venido a recoger a Mateo. Le doy clase a los niños estropeados. Cuando un ser humano está estropeado, quiere decir que hay algo en él que no funciona bien, y entonces, va al hospital para le examine el médico y si es un niño, en el colegio, tiene algunas clases con una profesora especial como yo, para que le ayude a aprender.

Lo que no sé si sabéis es que en realidad, todos estamos un poco estropeados por dentro y por fuera. Todos tenemos algo que arreglar en nosotros mismos. Así que si os parece, hoy no vamos a hacer matemáticas o lengua, sino que vamos a descubrir qué tenemos estropeado y cómo arreglarlo.

- Sí, sí, sí- gritamos todos a la vez que aplaudimos.

- Me encanta ese entusiasmo. Pero como vamos a mirarnos por fuera y por dentro, a partir de ahora necesitamos tener mucho silencio, para poder pensar. ¿De acuerdo?

Todos asentimos.

- Así que primero hablaré yo para deciros cómo lo vamos a hacer y después cada uno hará su trabajo de forma individual. Si alguien necesita ayuda, vendrá muy calladito hasta mi mesa y sólo podremos hablar en susurros.

- Sí -Dijimos todos susurrando.

Eugenia sonrió.

- Muy bien. Ahora os daré dos folios a cada uno. El primero os servirá para ensayar y el segundo, será el trabajo definitivo. Cada uno tenéis que dibujar un monstruo. Podéis hacerlo como queráis. Sólo hay dos reglas: dibujar sólo con lápiz y no lo pintéis, ya lo haremos después. Cuando hayáis terminado, escribís vuestro nombre en la parte superior de la hoja. Tenéis veinte minutos. Vamos a poner una alarma y cuando suene, soltamos todos los lápices. Por cierto, puede ser chico o chica, si una chica decide que en su interior quien está es un monstruo y un chico decide que en su interior hay una monstrua, no hay ningún problema. Elegir libremente.

Después de veinte minutos, cada uno teníamos nuestro monstruo. 

- Bien chicos. Os voy a contar un secreto, ese monstruo vive dentro de vosotros.

      Pusimos cara de susto.

- Todos tenemos uno y es el dueño de nuestras cosas estropeadas. Así que ahora vamos a dibujarle las partes de nuestro cuerpo que creemos que no funcionan bien. Si pensamos que tenemos la nariz o las orejas grandes, se las dibujaremos al monstruo. Si creemos que somos muy lentos corriendo, sus piernas serán cortas o si pensamos que somos demasiado altos, las tendrá muy largas. 

Cada uno tiene que pensar en qué partes de su cuerpo tiene estropeadas. Así que estaremos otros veinte minutos en silencio para hacerlo. Volveré a poner la alarma. El que termine antes de que suene, puede colorear.

      Cuando todos los monstruos estuvieron pintados, la señorita volvió a hablar.

     - Ahora vamos a hacer un desfile de monstruos. Primero van a desfilar los niños de la última fila y después las otras, hasta que lleguemos a la primera. Enseñáis vuestro monstruo a los demás y explicáis qué cosas creéis que tiene estropeadas. ¿Lo habéis entendido?

     - Sí - susurramos.

      - Fenomenal. Ya veo que sois unos chicos muy listos. Pero antes del desfile, vamos a hacer una cosa muy importante, que es darle un nombre a nuestro monstruo. Como es una parte de nosotros, llevará nuestro nombre, pero con las letras cambiadas en el orden que decidáis. Así como yo me llamo EUGENIA -dijo escribiendo su nombre en la pizarra - voy a escribir las letras de mi nombre en mayúscula y separadas, para poder jugar con ellas. Las ordenaré de diferentes maneras hasta que encuentre un nombre que me guste para mi monstruo. 

     Así :

     E-U-G-E-N-I-A

     Se puede llamar:

     GENIEUA

     NIAGEUE

     EGEUANI

     - Mmmm, este me gusta. Mi monstrua, porque en mi caso es una chica, se llama Egeuani. Ahora probar vosotros. Tenéis quince minutos esta vez.

     Cada uno buscamos el nombre de nuestro monstruo. El mío se llama Nadria.

     Después de esto nos fuimos al recreo y al regresar, hicimos el desfile. Primero empezó ella. 

     -Mi monstruo se llama Egeuani y lleva unas grandes gafas para verlo todo porque mis ojos están estropeados y no veo bien. También tiene unas manos muy grandes, porque se me suelen caer las cosas a menudo. Así con estas manos tan grandes las podré agarrar con más fuerza. 

     Después le tocó al monstruo de Alicia que tenía unas orejas muy grandes para oirlo todo porque estaba siempre muy distraída. Luego fue el turno del monstruo de Javier, que tenía una barriga enorme porque comía demasiado y así fuerom pasando mis compañeros hasta que me tocó el turno. 

     - Mi monstruo se llama Nadria. No tiene pelo porque lo perdió en el hospital cuando tuvo cáncer y le enchufaron a una máquinas para curarle.

     Ninguno de mis compañeros sabía nada de aquello. Sucedió tres años atrás cuando vivíamos en una ciudad diferente y yo iba a otro colegio. Me pareció que era un buen momento para contarlo. 

     Todos se quedaron muy callados y la señorita hizo pasar a Marga, que era la siguiente. 

     Cuando terminamos el desfile, Eugenia volvió a hablar:

     - ¿Qué hemos aprendido con este desfile?

     -Que todos tenemos cosas estropeadas, no sólo yo - dijo Mateo.

     - Muy bien Mateo. Eso es. ¿Los demás pensáis lo mismo?

     -Sí, sí - contestamos todos a lo a vez.

     - ¿Y creéis que tener esas partes estropeadas es muy importante?

    Nadie contestó.

     - Esta era una pregunta difícil. Veréis, es y no es importante. Esas partes estropeadas nos hacen más difícil la vida. Nos hacen parecer torpes, lentos o poco listos y por eso pueden parecer muy importantes, pero la verdad es que si aprendemos a respetarnos no lo son. Si cuando se me caen las cosas de las manos, aprendo a no disgustarme, aprendo a no decirme que soy tonta y en cambio, sonrío, recojo lo que se me ha caído y sigo haciendo otras cosas, entonces mis cosas estropeadas no tendrán tanta importancia y yo seré más feliz. Si cuando jugamos al fútbol, uno de nuestros compañeros corre más lento que los demás y no consigue chutar el balón cuando le toca, en vez de gritarle o insultarle y decirle que tiene la culpa de que vayamos perdiendo. Si en vez de hacer eso, recuerdo que todos tenemos cosas estropeadas y le animo o bloqueo a los jugadores del otro equipo para que él tenga más tiempo para llegar hasta el balón, todos seremos más felices y nuestras cosas estropeadas no tendrán tanta importancia, sólo serán una parte más de nosotros.

     Todos nos quedamos muy pensativos. Después tocó el timbre y fuimos a comer a casa, luego regresamos a las tres para las clases de la tarde. 

     - Ahora chicos y chicas, vamos a pensar en qué tiene estropeado nuestro monstruo en su interior y lo vamos a escribir en la otra cara del folio. Trabajar en silencio y con lápiz para que podáis borrar todas las veces que lo necesitéis.

     Sólo se escuchaba el rasgueo de los lápices sobre los folios, mientras la señorita Eugenia, se paseaba por las mesas para corregirnos la ortografía y la redacción. Cuando terminó de revisar, dijo:

      - Ahora para terminar, vamos a hacer otro desfile y contaremos qué tienen estropeados nuestros monstruos en su interior. Empezaré yo. Hay días que Egeuani se levanta muy enfadada sin motivo y como no tiene motivo, se enfada aún más por estar enfadada. A veces cuando está tan enfadada vuelca todo su enfado sobre las personas que tiene alrededor, como si fuera una enorme grúa que en vez de soltar piedras y arena, echara paletadas de insultos y gritos sobre los demás. ¿Cómo os parece que puedo arreglar esa parte que tengo estropeada?

     - Puedes decirle a tu madre que te riña -dijo Javier.

     - Puedes rezar- dijo Marian.

     - Puedes escribir una tarjeta que se titule Instrucciones para cuando esté enfadada sin motivo y la lees cuando te pase -dije yo.

     - Esa última me gusta mucho - ¿Qué os parece?

     -Sí, sí - contestamos entusiasmados.

     Todos fuimos hablando de nuestras partes estropeadas y proponiendo soluciones. Cuando llegó mi turno dije:

     - Nadria tiene dentro muchos enfados juntos, formando una gran montaña. Está enfadado porque estuvo enfermo, porque sus padres se divorciaron y cree que fue por su culpa, y porque no se le dan bien las matemáticas. Tiene motivos para estar enfadado, pero nunca ha mostrado sus enfados por fuera, nunca se los había contando a nadie hasta ahora, y por eso, esa montaña de enfados está cubierta por una nube de tristeza y eso es lo que ven los demás, un niño triste.

     Eugenia preguntó:

     - ¿Qué podemos hacer para que las nube de tristeza de Nadria desaparezca?

     -Darle un gran abrazo todos juntos -dijo Leila.

     - Regalarle flores - dijo Noemi que estaba un poco enamorada de mí.

     - Jugar al fútbol con él para que sepa que tiene amigos -contestó Tomás.

     - Todo eso está muy bien- admitió Eugenia -pero si hacemos que desaparezca la nube de tristeza, surgirá la montaña de enfados. ¿Qué haremos al respecto?

      Todos se quedaron callados. Después de un rato. Casi se podía escuchar a las ideas de sus cerebros corriendo a toda velocidad para ver quién de ellas llegaba la primera a la meta y acertaba con la respuesta. Por fin alguien levantó la mano y dijo:

     - Yo creo que tendría que hablar con sus enfados. Tendría que decirle al cáncer que está feliz porque se haya ido, pero que le hizo mucho daño. Tendría que preguntarle a sus padres por qué se divorciaron para saber si él tiene la culpa y yo podría ayudarle con las matemáticas hasta que las entendiera mejor - contestó Amelia, que era la niña más lista de la clase.

- Bueno, Adrián, pregúntale a Nadria qué le parecen nuestras ideas - Me dijo Eugenia.

- Le parecen muy bien -dije sonriendo por primera vez en mucho tiempo.

Entonces sonó el timbre para irnos a casa.

- Vaya, se nos hizo la hora de salir. Antes de iros, rápidamente coger una chincheta de esa caja del fondo y colocar vuestro monstruo en el mural de la clase, así podremos recordar siempre cuáles son nuestras partes estropeadas y qué hacer para arreglarlas. 

Para finalizar nos dimos un fuerte aplauso y regresamos a nuestras casas. Fue el mejor día de colegio de mi vida.


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