"La suerte tiene nombre". 2a mención Narrativa 11° concurso internacional Juan Pedro López.Octubre 2025 (Uruguay)
La suerte tiene nombre
Madrugaba cada mañana para recoger aquellos papelitos de despedida, cargados de palabras de amor, que los condenados dejaban caer del camión sin ser vistos, al pasar por las afueras de Madrid, camino del paredón. Camino de una muerte segura, por una causa aleatoria, sin derecho a juicio o defensa alguna.
Ellos los dejaban caer como rito de despedida de esta vida terrenal, con la esperanza absurda y fantasiosa de que el viento o la suerte los llevara hasta las personas amadas. A todas aquellas madres, esposas, hijas y hermanas que se quedaban huérfanas de ese hijo, marido, padre o hermano. Y si no podían llegar a sus destinatarios, esperaban que llegara hasta cualquiera que los leyera, porque al menos así su muerte no sería anónima, y esos desconocidos recordarían su nombre y apellidos, acompañándolos sin acompañarlos en el momento final. Así el hecho de morir se hacía más llevadero, al saber que no sería en absoluta soledad, y el espanto de la muerte perdía fuerza.
Lo que ninguno sabía es que la suerte tenía un nombre, Carmen Jiménez Salgado, que cada mañana se jugaba la vida para recoger aquellos mensajes a escondidas y llevárselos a sus destinatarios, pateando Madrid de arriba a abajo. Porque Carmen también había perdido varios amores y hubiera dado lo que fuera por haber recibido alguno de esos papeles. Primero su padre, luego su hermano, después su mejor amigo, y finalmente el amor de su vida. Por eso, porque conocía la desolación de la pérdida sin respuesta, un día cogió todo su dolor, lo convirtió en una gran bola, y lo lanzó lejos. Al día siguiente comenzó su maravillosa labor.
Cinco años más tarde la suerte le devolvió el favor y cuando se presentó ante una mujer para entregarle un mensaje de su hermano, ella le entregó también una nota:
- Mi abuela me la dio antes de morir el año pasado, al parecer el viento la trajo volando a sus pies. Va dirigida a Carmen Jiménez Salgado, y firma Guzmán Rodriguez Diéguez. ¿Le conocías?
Cuando la mujer depositó la nota en sus manos y Carmen la abrió, su corazón tembló de alegría y pena a la vez. Por un momento pudo imaginarlo delante de ella recitando aquellas palabras escritas con letra firme y clara. Seguro que la mano no le tembló al escribirlas, hasta en el momento final mantuvo la serenidad. El era así, siempre calmado ante la adversidad.
“Mi amada Carmen, confío en que estas palabras te alcancen algún día. No hay salida ni escapatoria posible, el fin llega. Lo que más lamento de morir es no volver a acariciar tu rostro cada mañana y ver tu luminosa sonrisa, capaz de alegrar cualquier tristeza. Ojalá te tuviera cerca, pero sé que lo estás de alguna manera, y que antes del disparo sentiré tu mano cogiendo fuertemente la mía. Recuerda siempre lo mucho que te amo y te amaré, y vive la vida con intensidad por ambos. Te espero en la eternidad dentro de mucho tiempo. Tuyo siempre. Guzmán Rodríguez Diéguez.”


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