P.E.R.D.I.D.O (El título es un acróstico)

                PERDIDO

La Ira, la Pena, la Duda, la Obcecación y la Desesperación, siempre están ahí dándose codazos, empujándose unas a otras para ver quién prevalece.
La primera en avanzar es siempre la Ira. Es la más rápida, la que se rebela ante la injusticia. Quiere hacer oír su voz para proclamar su defensa. Pero ante el cansancio de la lucha y la falta de diálogo, pronto desaparece y entonces aparecen la Duda y la Obcecación. Son almas gemelas, pueden parecer distintas, pero tienen el mismo origen: no encuentran soluciones. La Obcecación nos lleva a repetir los mismos patrones. El otro dice, tú dices, el otro no escucha, tú tampoco, se eleva la voz, se grita ante la falta de recursos para encontrar una solución y la espiral continúa. Y su gemela la Duda, siempre a su lado, dudas del otro, dudas de ti, dudas de la relación que os une, dudas de lo que hiciste o dijiste ayer o hace unas horas, no recuerdas el origen de la lucha, dudas sobre qué sucedió y cuándo y cómo y de qué manera pasó aquello. No estás seguro de nada. Tu mundo tiembla como un flan que alguien come a cucharadas.
También ellas se agotan, y entonces viene la Pena. Una sustancia acuosa y salada empieza a deslizarse por tu cara. Te sientes exhausto y pierdes los colores. Todo es oscuridad, como si alguien hubiera apagado la luz. Empiezas a pensar en todos los motivos que tienes para llorar y encuentras muchos.
Tu trabajo, si lo tienes, es un asco y si no lo tienes, aún peor, porque entonces tu cuenta corriente está criando telarañas.
Tu familia, si la tienes, es una fuente continua de disgustos.  Tu madre llamando a todas horas o si ya no está en este mundo recuerdas cuando te llamaba todos los domingos y la echas terriblemente de menos. Perdiste el único amor incondicional de tu vida.
Tu pareja, si  la tienes, no hace más que fastidiarte con mil detalles, siempre preguntándote, exigiéndote, hablándote de temas que no te interesan y no recordando ninguna de esas cosas que son tan importantes para ti. Y si eres de los que vive solo pensarás con envidia en todos esos que pasean por la calle cogidos de la mano, en los que se besan en el cine o en los que bailan muy juntos en las bodas.
Tus niños, si los tienes, no paran de gritar, mancharse y pedir dinero. Solo te cayeron bien hasta los cinco años, a pesar de los apestosos pañales. Entonces dependían de ti, eran agradecidos, encantadores y tenían unos hoyuelos preciosos. Y si no los tienes, pensarás en lo solo que vas a estar cuando seas un viejo torpe y desdentado.
Tu mente se convierte en un tubo negro  y profundo que te absorbe. Lloras y lloras sin parar y cuando crees que ya no puedes más, entonces aparece la Desesperación.
En ese momento sabes que no hay salida. Que hagas lo que hagas, tu realidad no cambiará. Que por mucho que te esfuerces todo seguirá igual. Que aunque te digas que mañana todo irá mejor, en realidad no es así. Puede parecerlo, pero no es más que un espejismo, un falso positivo, una mueca grotesca que te hace la vida para que no desfallezcas del todo.
Ante nuestras visitantes solo nos queda hacer una cosa para sobrevivir: convocar a la Entereza y la Respiración consciente.
Cuando respiramos lentamente y con atención nuestra mente se relaja y los túneles oscuros desaparecen. Los pensamientos negativos marchan de viaje hasta los dedos de los pies y desde allí caen al suelo donde la tierra los absorbe y los integra dentro de la naturaleza, donde el bien y el mal conviven y sobreviven.
Nuestro cuerpo se siente ligero, nuestra mente puede viajar a parajes de sosiego donde solo habita el silencio, quizás un cielo azul, un lago apetecible, altas montañas, frondosos árboles, nadie alrededor. Podemos sentir que nos sumergimos en ese lago como si realmente estuviéramos en él y flotar, dejarnos llevar. Dejaremos de sentirnos alterados y las palabras hirientes tan solo serán frases desafortunadas.
La Entereza nos ayudará a sostenernos en nuestras decisiones, a conectar con nuestro yo interior y ver quiénes somos realmente. Es esa fuerza que le nombran a los guerreros en la batalla, para que quieran seguir luchando, para que pongan su vida al servicio de unos ideales o de unos intereses. Es como una madre que nos coge de la mano para cruzar la calle. Esta ahí, dentro de nosotros, y nos abraza.
Así que cuando La Ira, la Pena, la Duda, la Obcecación y la Desesperación se revuelvan en vuestro interior, no las dejéis hablar en vuestro nombre. Alimentarlas de aire consciente.
Como aproximadamente dijo Gandhi: Si dejas de estar en guerra contigo mismo, dejarás de estar en guerra con los otros.

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